sábado, enero 27
La revolución mexicana es una ficción en si misma, esto a la lectura de Relámpagos de Agosto del escritor Jorge Ibargüengoitia. Después de la Revolución Mexicana, aparece la disputa de los generales por el poder presidencial. Las batallas pasaron del campo bélico al político, invirtiendo el progreso por las armas.
El General Guadalupe Arroyo cumple un espejismo del Mexicano Revolucionario; no tiene duda que el poder debe ser suyo. No hay segundas partes de la Revolución, sino esta misma, casi a un siglo de su conmemoración, ninguno de los generales que representan el símbolo patrio de México sabia que devenía. El modernismo fue mutilado, y aunque la dictadura de Porfirio Díaz, tiene sus contras; la economía Mexicana por primera efímera vez lucia uno a uno con el dollar EU.
La posrevolución trajo una desgracia masiva, tuvieron que morir todos los caudillos para que el país se estableciera. La función de formar un México moderno, y con lo cual el ahora contemporáneo, es el resultado del encadenamiento de errores estratégicos de los caudillos. No hay una democracia pacifica, sino una sangrienta que ha costado hasta el día de hoy mantener.
Los historiadores destacan como fecha limite 1920 el termino de la revolución Mexicana; quizá la situación bélica. En 1936 en algunas regiones del norte de México como Sonora y Chihuahua, los terratenientes se convirtieron en hacendados. Las tierras habían sido repartidas a los campesinos, y al no tener recursos para comenzar a cultivarlas, volvieron con el cacique, perdón “el Hacendado”, hipotecándolas por unos pocos pesos que al final del año volvían al terrateniente.
Y no hablemos del Salinsmo, ¿pero estábamos hablando de literatura verdad?.
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